Filosofía PARA niños y filosofía CON niños: ¿Se tiene que ver una diferencia?

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Voici une traduction, en espagnol, réalisée par Nadège Zimmer, de l’article écrit récemment portant sur les possibles distinctions à faire entre la philosophie POUR enfants et la philosophie AVEC les enfants. Cet article semble avoir suscité un certain intérêt auprès de ceux et celles, notamment, qui travaillent au développement de la pratique du dialogue philosophique avec les enfants. 

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Nadège Zimmer

 Quelques mots concernant Nadège Zimmer

Passionnée de Philosophie pour Enfants, et même plus particulièrement des communautés de recherche philosophique (CRP), Nadège Zimmer entame sa formation en 2009 avec Eugenio Echeverría (CELAFIN) au centre éducatif Pequeño Sol ( Pequeño Sol ) et lors de Conférences Internationales de Philosophie pour Enfants à San Cristóbal de Las Casas au Mexique. Elle participe aussi à plusieurs Rencontres de Vecmont en Belgique, animées par Michel Sasseville et au colloque de la NAACI 2014 à Québec.

Animatrice en Philosophie pour Enfants (Federación Mexicana de Filosofía para Niños), elle accompagne le Conseil de Philosophie pour Enfants du Pequeño Sol et offre des CRP entre adultes à Kiki Mundo, notament au Groupe Vision intégré para des personnes présentant des capacités différentes (El Mundo de Kiki Suarez – YouTube ). Actuellement, elle initie le projet “Voyagez au Chiapas, les yeux et l’esprit ouverts!” avec l’agence Imagine Chiapas, alliant visites thématiques de San Cristóbal de Las Casas et CRP (Imagine Chiapas Imagine Profiles | Facebook).

Apasionada de Filosofía para Niños, sobre todo de comunidades de indagación filosófica (CIF), Nadège Zimmer empieza su formación en 2009 con Eugenio Echeverría (CELAFIN) en el centro educativo Pequeño Sol (Pequeño Sol) y luego en Conferencias Internacionales de Filosofía para Niños en San Cristóbal de Las Casas en México. Participa también a varios Encuentros de Vecmont en Bélgica, animados por Michel Sasseville, y al coloquio de la NAACI 2014 en Québec.

Maestra facilitadora en Filosofía para Niños (Federación Mexicana de Filosofía para Niños), apoya el Consejo Técnico de Filosofía para Niños del Pequeño Sol y ofrece CIF entre adultos en Kiki Mundo, entre otros al Grupo Visión integrado por personas con capacidades diferentes (El Mundo de Kiki Suarez – YouTube). Inicia actualemente el proyecto «Viajen en Chiapas, los ojos y la mente abiertos ! » con la agencia Imagine Chiapas, asociando visitas temáticas de San Cristóbal de Las Casas y CIF (Imagine Chiapas Imagine Profiles | Facebook).

Filosofía PARA niños y filosofía CON niños: ¿Se tiene que ver una diferencia?

Regreso de una estancia en la República Checa, país donde la filosofía para niños se implementa desde hace un buen número de años. Varias actividades me esperaban durante mi estancia, especialmente una conferencia que iba a tratar algunos de los supuestos de la filosofía para niños. Con el fin de concluir esa conferencia, propuse que examináramos la distinción, ya vislumbrada por Matthew Lipman, entre la filosofía para los niños y la filosofía con los niños.

Para Lipman: “Philosophy With Children aims to develop children as young philosophers. Philosophy For Children aims to help children utilize philosophy so as to improve their learning of all the subjects in the curriculum.” (“Filosofía Con Niños busca desarrollar a los niños como jóvenes filósofos. Filosofía Para Niños busca ayudar a los niños a utilizar la filosofía de tal manera que mejoren su aprendizaje en todas las materias del currículo.”) Esta cita generó una muy animada discusión entre varias de las personas que asistieron a la conferencia. Para algunos, la cita establecía una distinción real; para otros fue recibida como un puro juego de palabras sin gran valor excepto el de marcar la distancia que a algunos les gusta tomar respecto del programa de Lipman.

A mis ojos, la pregunta se plantea para saber si existe una diferencia, si hay lugar para hacer una distinción, entre la filosofía para los niños y la filosofía con los niños. Y, reflexionándolo, llegué a encontrar una respuesta que me satisface, de momento por lo menos. Es esta la que presente en la República Checa y he aquí lo que retengo, esencialmente, de esa presentación y de la discusión que siguió.

Cuando hacemos el inventario de todas las actividades que rodean la práctica de la filosofía con los niños que actualmente tienen lugar en el planeta (más de sesenta países están involucrados), se ve claramente que esa práctica tiene varias caras. Para algunos, hacer filosofía con los niños consiste en servirse de un material (juego, vídeo, artículo de prensa, cuento para niños, fábula, literatura juvenil, pregunta o tema que proviene de un niño…) y, a partir de ese estímulo, emprender un cuestionamiento con los niños sobre una temática que se considere como estando en línea recta con la larga historia de la filosofía, con el afán de motivar a los niños a convertirse, en su momento, poco a poco, una y otra vez, en personas capaces de hacer filosofía. (1)

Para otros, entre los que estoy yo, se trata de apoyarse en un material, aquel escrito por Lipman y Sharp (y todos aquellos y aquellas a quienes inspiraron directamente o indirectamente: mas de veintena novelas y otro tanto de guías de acompañamiento por un total cercano a las 10,000 páginas), cuya función primera es ejemplificar los actos cognitivos, sociales, afectivos susceptibles de estar presentes en una comunidad de indagación filosófica y, partiendo de ese material, invitar a los jóvenes a cuestionarse a propósito de aquello que les interesa en ese material, y luego “lanzarlos” a una deliberación acerca de una pregunta (o de varias) que habrán retenido en función del interés que le hayan prestado.

¿Hay realmente una diferencia radical entre esas dos formás de hacer, o se trata de una diferencia de grado entre las dos maneras de abordar la práctica de la filosofía con los niños? En mi opinión, se trata de una diferencia radical ya que, como lo veremos, los objetivos perseguidos son diferentes. Pero eso no significa que un acercamiento sea mejor que el otro. En el primer caso – la filosofía con los niños – el objetivo es el de asegurarse, hasta donde sea posible, que los jóvenes se conviertan en pequeños filósofos: que se planteen y reflexionen sobre las cuestiones que los filósofos en la historia de esta disciplina han abordado desde hace más de 2500 años. En el segundo caso – la filosofía para los niños – el objetivo es utilizar la filosofía como un instrumento que permita a los jóvenes pensar mejor, aprender mejor en todas las disciplinas que se enseñan en la escuela. Hay obviamente coincidencias entre esos dos acercamientos, pero las diferencias me parecen a tal punto importantes que sería lamentable creer que las dos visiones son finalmente bastante semejantes.

Es cierto, en filosofía para los niños, estos últimos se comprometen en actos asociados habitualmente a aquellos y aquellas que hacen filosofía y, en este sentido, se comprometen en el acto de filosofar. Pero el objetivo no es que se vuelvan filósofos. El objetivo es servirse de esta actividad, poniendo el acento especialmente en los actos que la componen, a fin de que un pensamiento de calidad superior se desarrolle y permita así a los niños pensar mejor en todas las disciplinas que se enseñan en la escuela. En otras palabras, la filosofía para los niños conducirá a estos últimos a filosofar, pero a través de esta práctica la meta no es que ellos se vuelvan filósofos, sino que aprendan, gracias al acento puesto en las herramientas cognitivas utilizadas en filosofía, a pensar mejor, por y para ellos mismos. (2)

Algunos afirmarán que podemos alcanzar la meta del segundo enfoque – la filosofía para los niños – utilizando la primera manera de hacer – filosofía con los niños -. Lo dudo, a menos que seamos sistemáticos en la utilización de un material destinado a involucrar a los niños a reflexionar filosóficamente y a reflexionar sobre sus propios pensamientos. Mi examen del material utilizado por aquellos y aquellas que hacen filosofía con los niños (confieso, sin embargo, no conocer el conjunto del material utilizado en filosofía con los niños), me lleva, por el momento, a la conclusión que ese material, rico en preguntas consideradas filosóficas, pone muy poca atención en la formación del pensamiento y su utilización adecuada en todas las disciplinas enseñadas en la escuela. Sin hablar del hecho que ciertas herramientas – en particular una cierta literatura juvenil que tiene la pretensión de permitir la práctica de la filosofía con los niños – utilizadas en ese contexto tienden a veces a llevar a los niños hacia respuestas que ellos deberían tener al término del proceso: la moraleja de esta historia es que el bien es eso, el mal es aquello, la vida vale la pena de ser vivida, la empatía es preferible a … el humanismo es la vía a seguir, etc. No viene de ayer que tenemos la tendencia, incluso en filosofía, sobre todo cuando se trata de ética, a querer transmitir la respuesta buena… Extrañamente, cuando el objetivo perseguido es el de llevar a las personas a pensar por y para ellas mismas (he ahí, dirán algunos, una de las finalidades de la filosofía), se tiene la pretensión de saber por ellas lo que ellas tendrán finalmente que pensar o creer. En Quebec, resumimos todo esto diciendo: “quand les bottines ne suivent pas les babines” (“cuando los hechos no siguen a las palabras”), ¡hay un problema grave que puede llevar al adoctrinamiento!

Cuando no inscribimos la práctica de la filosofía con los niños en el marco de un programa estructurado lógicamente y orientado a la formación de un pensamiento de calidad superior, podemos por cierto asistir a discusiones muy interesantes entre los jóvenes, tan interesantes que llegaremos hasta olvidar la dimensión metacognitiva que caracteriza una comunidad de indagación filosófica dirigida al desarrollo de un pensamiento multidimensional (el enfoque de Lipman). Nos concentraremos entonces en el contenido del propósito, pidiendo ciertamente razones, ejemplos, contra-ejemplos, etc., pero raramente en el marco de un programa estructurado de la formación del pensamiento, poniendo el énfasis en el examen atento de esta última.

Retomando las palabras de Lipman, en filosofía con los niños, hacemos filosofía para que los jóvenes se conviertan en pequeños filósofos. Según mi examen de esta forma de hacer, llego a pensar que no hacemos filosofía para los niños, queriendo decir con ello que no inscribimos de forma explicita su desempeño dentro de un programa de formación del pensamiento que, como todo programa estructurado y sistemático, implica la práctica organizada de un cierto número de elementos cognitivos y afectivos que, previos a otros, deben ser tratados de forma metódica y secuencial.

Esto es lo que pasa cuando utilizamos la filosofía para los niños, o sea el enfoque de Lipman. Practicada de forma lúcida, y según una frecuencia que no tendría que ser menos que la que vale para las demás materias enseñadas en la escuela, permitirá a los niños, aun si son capaces de mucho más desde el inicio de su práctica, de interiorizar, por la repetición y el examen atento de su pensamiento: el arte de la distinción, gracias a la novela Elfie y la guía pedagógica que la acompaña; el arte de la conceptualización, gracias a la novela Kio y Gus y su guía de acompañamiento; luego, alrededor de los 9 años, el arte del razonamiento analógico, gracias a la novela Pixie y su guía de acompañamiento; finalmente, alrededor de los 10-12 años, el arte de trabajar especialmente la conversación, el razonamiento categórico e hipotético, gracias a la novela El descubrimiento de Harry y su guía de acompañamiento, al tiempo que les ofrece la oportunidad de descubrir las leyes que gobiernan el conjunto de los elementos practicados desde el principio del proceso que inició en preescolar.

De esta manera, los niños estarán no solamente bien preparados para abordar las cuestiones éticas que entraña la novela Lisa (inicio de secundaria), pero podrán también tratar de mejor manera las cuestiones estéticas presentes en la novela Suki (mitad de secundaria) y aquellas, sociales y políticas, inscritas en la novela Mark (final de secundaria). Cierto, los niños abordan ya tales cuestiones desde la primaria, pero son tratadas de tal manera que dando ocasión a los niños de pensar en estas dimensiones de su experiencia, ofrecen sobre todo la oportunidad de practicar el acto de pensar de calidad superior, lo cual es una combinación del pensamiento crítico, creativo y atento. Así, podrán pensar mejor en todas las disciplinas enseñadas en la escuela, siendo constantemente invitados a practicar un conjunto de herramientas genéricas del pensamiento y a pensar sobre los estándares de calidad que gobiernan el uso adecuado de estas herramientas en todas las disciplinas inscritas en el currículo escolar.

Entendemos quizá mejor ahora, por lo menos me atrevo a esperarlo, porque la filosofía para los niños no tiene como objetivo hacer que los niños se conviertan en filósofos (se convierten, pero no es el objetivo). Apunta más bien a utilizar, de manera pragmática, la filosofía como una herramienta para dar sentido a la experiencia, pero sobre todo para formar un pensamiento de calidad superior, consciente de sus mecanismos, de sus presupuestos y de los estándares de calidad que la gobiernan en su acción dirigida a comprender el mundo. Las novelas de Lipman no son libros de filosofía para niños. Son más bien libros que invitan a los niños a hacer filosofía. No se trata de hacerlo por ellos, sino de motivarlos, gracias a estos libros, a hacerlo ellos mismos.

En filosofía para los niños, hay siempre dos niveles que se interpelan: el tema de la discusión y la manera reflexiva que tomamos para tratar el tema. Esta manera, reenviando a los actos del pensamiento y permitiendo una indagación minuciosa, es tan importante, o más importante desde un punto de vista educativo, que el tema tratado durante la deliberación. Se vuelve incluso central cuando el tema de la deliberación es el pensamiento en si mismo, lo que ocurre con frecuencia en filosofía para los niños porque el material utilizado hace un enorme lugar a esta dimensión de la experiencia humana. Somos seres pensantes y conscientes de que pensamos. ¿Por qué no abordar también esta importante dimensión de nuestra experiencia en la escuela? El tratamiento del medio ambiente, la educación ciudadana, la prevención de la violencia, todo esto es por supuesto importante, pero a la raíz de estas experiencias se encuentra otra experiencia todavía más importante a mis ojos: ¡La de pensar! Sin el cuidado de pensar bien acerca de esta actividad, de entenderla y de mejorarla, las demás actividades, sin perder su valor, caen a veces en la receta a aprender, que será olvidada quizá tan rápidamente como ha sido aprendida. (3)

Repito, no creo que estos dos enfoques (con y para los niños) sean incompatibles, ni que uno sea mejor que el otro. En un caso, la filosofía para los niños se concentra en la filosofía como medio que permite a los niños aprender a pensar mejor en todas las disciplinas en la escuela. En el otro caso, la filosofía con los niños se concentra en la filosofía como finalidad a alcanzar por los niños: hacer de ellos seres capaces de filosofar. No se ha dicho, sin embargo, que haciendo filosofía con los niños, podremos alcanzar las metas de la primera, pero esta meta no será más que un medio para otra cosa: aprender a pensar mejor en todas las disciplinas y perseguir todas las demás consecuencias que advienen cuando practicamos la filosofía en comunidad de indagación: educación ciudadana, prevención de la violencia, etc. Pero, si tal es el caso, entonces la pregunta se plantea: ¿Por qué no simplemente hacer filosofía para los niños? Después de todo, si permite hacer todo lo que la primera permite realizar y todavía más, ¿por qué limitarse?

Para algunos, la respuesta es relativamente sencilla: porque, año tras año, empiezan a tener asco de las novelas de Lipman y de las novelas de los y las que han seguido en esta misma vena, y esperan poder trabajar con un material diferente, más colorido, más acorde, al parecer, con lo que encontramos usualmente en la escuela, léase en casa. Agregarán que los niños mismos desarrollan un cierto aburrimiento al utilizar las novelas escritas por Lipman y sus colaboradores y desean tener acceso a otras herramientas que susciten el cuestionamiento (vídeos, juegos, actividades, …).

Sin embargo, haciendo esto, a menos de haber desarrollado el arte de reconocer los errores tocantes al razonamiento y los componentes del pensamiento complejo o de nivel superior, la práctica podrá fácilmente resumirse en hacer filosofía con los niños, sin muchas preocupaciones por la calidad del pensamiento que se despliega en clase. A mis ojos, esto tendría como efecto disminuir la riqueza en juego en el momento de hacer filosofía para los niños utilizando el material de Lipman. No veo ningún inconveniente en utilizar otras fuentes que las escritas por Lipman, pero aun falta que estas fuentes sean pensadas en función de la meta perseguida: hacer filosofía para perfeccionar el acto de pensar y que ejemplifiquen un buen número de cuestiones tocantes al acto mismo de pensar, en toda su riqueza y su complejidad. Así, la utilización del Principito, de la película Matrix, de fábulas o de literatura filosófica para los niños que abundan actualmente en las librerías (solo para dar estos ejemplos) me dejan perplejo en cuanto a la capacidad que tienen esas herramientas para la formación del pensamiento de los niños. La razón: estas herramientas tienen ciertamente un valor literario, lúdico, histórico, cinematográfico, sin embargo ¿Qué hay del valor que acuerdan al pensamiento, a sus estándares de calidad, a su utilización adecuada en el contexto de una comunidad de indagación? Los niños necesitan modelos para emprender activamente una práctica de la filosofía en comunidad de indagación. Estoy lejos de estar convencido que la llegada de todas esas herramientas didácticas que apuntan a hacer filosofía con los niños pongan el acento en esta modelización. Agregaría incluso que estoy lejos de estar convencido que estas herramientas inviten a los niños a interesarse en su propio pensamiento, sino en raras ocasiones, muy a menudo inscritas en un cuestionamiento existencial sin hacer referencia a la toma de consciencia de la estructuración del pensamiento.

Para otros que son reticentes a practicar la filosofía para los niños, su detenimiento se debe a la postura que no quieren tomar cuando hacen filosofía con los niños. Para ellos, el docente tiene un rol muy tenue cuando se trata de hacer filosofía con los niños. Además, consideran que el que anime en filosofía para los niños es verosímilmente una persona que sabe lo que es la filosofía y, por lo mismo, impone su visión de las cosas a los niños. Queriendo asegurarse que los niños sean los autores de sus filosofías y no los receptáculos de una filosofía ya previamente preparada, los partidarios de la filosofía con los niños consideran que el facilitador en filosofía para los niños ocupa demasiado lugar. Porque, se presume (por lo menos es lo que imagino), que haciendo filosofía con los niños, se considera que ellos saben tanto como el facilitador de aquello que se trata, cuando de lo que se trata es de practicar esta actividad.

Estas personas tienen parcialmente razón. En efecto, en filosofía para los niños, el facilitador tiene un rol muy importante a jugar. Es el intermediario entre los niños y la cultura de la que son los herederos. Y la filosofía, incluso si ella ha tomado varias formas a través de su historia, no se contempla como una actividad que se improvisa sin una intervención esclarecida de parte del docente. La filosofía no se resume a saber plantear preguntas, como tampoco se reduce a transmitir respuestas a los niños.

En filosofía para los niños, el facilitador pone a los niños ante el desafío de pensar por y para ellos mismos al invitarlos metódicamente a involucrarse en actos tradicionalmente reconocidos como siendo aquellos que producen los filósofos: razonar, indagar, conceptualizar, problematizar, imaginar hipótesis… Su rol es muy importante. Sabiendo aliar la palabra y el silencio, asistiendo al desarrollo intelectual y moral de los niños, pone la mesa para que las condiciones de actualización del potencial reflexivo del niño se encuentren. Pero sería comprender mal su rol ver en esta persona un docente cuyo mandato fuera el de conducir a los niños a entender que la filosofía se hace de una sola manera y que las respuestas a las cuales deben llegar ya están previstas por la persona que anima la deliberación. Describir de esta forma el rol del facilitador en filosofía para los niños viene de una mala comprensión de lo que está en juego.

La facilitación en filosofía para los niños no es para nada un lecho de rosas y es por esta razón que una larga formación es necesaria y que, a veces, una preparación para una sesión de trabajo que tardará 45 minutos con los niños puede llevar varias horas. La filosofía para los niños no se resume a hacer hablar a los niños a propósito de temas considerados “filosóficos”. Supone una visión de conjunto de una estructura de formación del pensamiento que no podría ser reducida a algunos períodos aquí y allá donde los niños son invitados a pensar sobre el sentido de su experiencia y, como por arte de magia, desarrollarían así su pensamiento y su juicio. Así como para el aprendizaje de las matemáticas o de las lenguas, el aprendizaje de la filosofía (como acto que apunta al desarrollo de un pensamiento de calidad superior) demanda un trabajo continuo. Además, esto no quiere decir, a pesar de los esfuerzos exigidos por este trabajo, que a los niños no les guste la filosofía para los niños. Muy al contrario. Aprecian la estructura que permite implementar, dicen tener la impresión de aprender algo gracias a este modo de hacer. Lo que no siempre es el caso cuando la práctica de la filosofía con los niños no insiste en la formación del pensamiento.

No podría decir lo que las personas presentes en la República Checa han podido concluir durante la discusión que hemos tenido al término de la conferencia. De todas maneras, mi objetivo no era el de convencerlos de que la distinción entre la filosofía para los niños y la filosofía con los niños debe de ser adoptada, aun si persisto en pensar que existe una profunda diferencia entre estas dos formas de hacer filosofía con los niños. La indagación que hemos llevado juntos me habrá permitido precisar mi pensamiento, articular mejor las razones que me hacen creer que hay lugar para adoptar esa distinción. Sin embargo esto es provisional y otros argumentos vendrán quizá próximamente a cruzar los míos, permitiéndome así matizar mi juicio, léase cambiar de opinión. Nada, como es a menudo el caso, es absolutamente cierto, de una vez por todas, en este vasto dominio de la didáctica de la filosofía.

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(1) Algunos consideran incluso que la expresión “hacer filosofía con los niños” es quizá demasiado decir y que es preferible hablar de “discusión que apunta a ser filosófica”, queriendo así quizá sobrentender que el acto de filosofar con los niños estará presente solamente después de una larga práctica de una discusión que todavía no es filosófica. Regresaré a ese punto un poco más adelante en este artículo para subrayar mi desacuerdo con esta distinción.

(2) Como me lo hacía notar un colega, la deliberación filosófica en filosofía para los niños no es una discusión que apunta a ser filosófica, sino una discusión filosófica y punto, así como no es una actividad que apunta a ser matemática la de hacer matemáticas en primaria, sino una realidad: los niños en primaria, hacen matemáticas de la misma manera que hacen filosofía. No se necesita ser un profesional de las matemáticas (o de la música, o del teatro, o…) para decir que hacemos matemáticas (o música, o teatro, …), de la misma manera que no se necesita ser un profesional de la filosofía para decir que hacemos filosofía. A menos que se crea que la filosofía es claramente más difícil que las matemáticas o cualquier otra materia enseñada en la escuela y que se tiene que esperar un largo tiempo antes de poder pretender que estamos practicándola. Este no es mi punto de vista sobre el tema.

(3) La filosofía para los niños es, o se convertirá pronto, porque su historia está en proceso de construirse, una subdisciplina de la filosofía cuyo objetivo es el de rediseñar la enseñanza de la filosofía para que esta sea a la vez útil y agradable para los niños. No se si la filosofía con los niños vaya a convertirse en una subdisciplina de una disciplina enseñada en la Universidad. Sin embargo al ver el número de pedagogos y de literatos que se interesan por esta forma de hacer, no me sorprendería si llega el día en que forme parte de la Facultad de las ciencias de la educación o de la Facultad de letras. A mis ojos, el lugar de la filosofía para los niños está en una Facultad de filosofía, porque para ser profesor que se dirige a docentes de filosofía vista como una herramienta para la formación del pensamiento, importa que este docente esté muy bien formado en filosofía. Agregaría que se debe estar bien formado en lógica, disciplina indispensable para la formación del pensamiento, y que conozca profundamente las articulaciones de la historia de la filosofía bajo el ángulo de las cuestiones epistemológicas, éticas, estéticas… en fin, creo que es más que tiempo que las facultades o departamentos de filosofía universitarios se preocupen no solamente de la historia de la filosofía, pero que pongan también el acento en la didáctica de esta disciplina. Porque, muy a menudo, la didáctica de la filosofía es relegada a un segundo plano, léase ausente de las facultades de filosofía, dejando a las ciencias de la educación el cuidado de encargarse de la enseñanza de esta didáctica. Sin embargo, estoy lejos de estar convencido que tal enseñanza sea asunto exclusivo de los pedagogos o de los literatos, sobre todo cuando se trata de utilizar la filosofía en su conjunto para la formación del pensamiento. Una formación filosófica, llegando hasta el doctorado, me parece claramente más apropiada para tal enseñanza y las Facultades de filosofía tendrían que incluir esta dimensión en el conjunto de sus programas. Es el caso en la Facultad de filosofía de la Universidad de Laval.

Texto de Michel Sasseville traducido por Nadège Zimmer, con el apoyo de Jesús Cabral. San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México. nadege.zimmer@gmail.com

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